Jesús Nazareno. Iglesia Nstra Sra de Coromoto. Valencia. Venezuela. |
Nota: Esta oración puede rezarse en cualquier día y en el modo que se quiera; pero sin duda, quien la rezase durante las quince horas que duró el martirio del Señor, empezándola el Jueves Santo a las 12 de la noche, cada hora, hasta el viernes a las 3 de la tarde, obtendrá muchas gracias y favores espirituales.
Oración a Jesús Nazareno.
Yo te adoro, Sagrado Rostro de mi Señor Jesucristo, dibujado con el pincel de la Caridad, e iluminado con tu Preciosísima Sangre;
Yo te suplico, por el consuelo que sentiste al contacto de aquel tosco lienzo humedecido con las lágrimas de aquella piadosa mujer;
Yo te suplico, por la impresión que le causó ver estampado en él tu semblante divino, para servir de veneración a los que te aman con la esperanza de conocerte en el cielo;
Yo te suplico, por este hecho que no volverá a repetirse que se ha hecho memorable de siglo a siglo, de generación en generación;
Yo te suplico, por la intensa pena con que viste a tu Santísima Madre en el primer encuentro, sin poderla consolar;
Yo te suplico, por el dolor tan grande y sonrojo que sufriste cuando aquel hombre descargó sobre tu Santo Rostro la terrible bofetada;
Yo te suplico, por la vergüenza que te causó cuando despojado de tus vestiduras, delante de aquella muchedumbre implacable y corrompida te hallaste;
Yo te suplico, por la multitud de azotes que descargaron sobre tu Santísimo Cuerpo, sin piedad;
Yo te suplico, por los dolores que le causó la corona de espinas que puso tu cabeza teñida de sangre;
Yo te suplico, por el desfallecimiento que sentiste cansado con el peso de la Cruz, por los pasos que diste, por las lágrimas que derramaste, por tu sangre regada en las calles de Jerusalén, por el dolor de los clavos, por la hiel y vinagre, por las siete palabras que pronunciaste, por el desconsuelo que sufriste, encontrándonos abandonados del Eterno Padre, por la agonía que tuviste para morir, por aquel dolor tan grande que padeciste viendo a la Santísima Virgen inconsolable en aquella angustia, sin poderte desprender de la Cruz.
Padre mío, por estos recuerdos para nosotros tan dolorosos, yo te pido de limosna la salvación de mi alma y la salud de mi cuerpo. Amén.
(Padre Nuestro y Ave María)
Señor mío Jesucristo, que no quieres que ninguno padezca; a quien nunca se pide sin esperanza de misericordia, porque dijiste por tu propia, santa y bendita boca, que todas las cosas que se pidiesen en tu Santo Nombre, las concederás, te pido por tu Santo Nombre me conceds (se hace la petición).
A Jesús Crucificado.
Aquí me tienes Señor, acatando tus eternos e impenetrables designios, y a ellos me someto de todo corazón. Por el amor que te tengo todo lo acepto por ti y uno este inmenso sacrificio al que hiciste en esa Cruz, por nuestro amor.
Dirige, Señor, una tierna mirada a los que postrados a tus pies te claman y te llaman en auxilio. Jesús de mi vida, mi amor y único consuelo de mi alma desolada, aquí estoy también Señor, a tus pies, regándolos con mi amargo llanto e implorando tu infinita misericordia en mi inmenso dolor y mi abandono. Bien lo sabes Señor, me hallo en lúgubre oscuridad y lleno(a) de tristeza, apurando el cáliz de amargura que me estaba destinado: sólo Tú puedes darme fuerza para luchar y vencer.
No permitas, Jesús mío, que la desesperación ni el desaliento claven en mi sus garras, antes bien, ayúdame con tu gracia para desafiar serenamente las tempestades del dolor, si todos me abandonan e insultan mi pena, si mis amigos se gozan en mis males, aparta de mí sus depravados designios y muéstrate propicio a mi aflicción. A Ti sólo pongo mis quejas, pues eres mi Padre, mi amigo y mi único Juez, perdóname como Padre, consuélame como amigo y defiéndeme siempre como justo Juez; también te dirijo, Jesús mío, una súplica ferviente por todos aquellos a quienes debo gratitud y afecto: págales mil veces el bien que me han hecho y bendíceles. Ten piedad de los que sufren, consuela en su aflicción a los tristes y atribulados, fortalece a los débiles, socorre a los agonizantes, atrae a ti a todos los pecadores y alivia a las almas del Purgatorio.
Danos Señor a todos los que te servimos, tu paciencia, tu humildad y tu divina gracia, sobre todo a los que amo; y ya que me diste, desde esa cruz, edificante enseñanza del perdón, concédeme, amor mío crucificado, que perdonando y amando como tú, a los que me han hecho mal, viva contigo en esa Cruz, en esta vida para poder gozar la eterna gloria y vivir eternamente en tu compañía.
Como homenaje de Gratitud y Devoción a Jesús Nazareno,
de una familia católica, apostólica y romana.