El Señor es la fuerza de su pueblo, defensa y salvación para su Ungido. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre (Cfr. Sal 27,8-9.
La Palabra de Dios nos invita hoy a discernir bien de qué lado estamos de verdad: A favor de la injusticia, el odio y la maldad, o de la justicia, la convivencia y la paz.
El segundo libro de las Crónicas (24, 17-25) advierte que todos podemos caer bajo el abuso de poder.
El gobierno de Joás empezo bien. Su gestión se produjo inicialmente en bienestar para todos, pero tras el populismo, el afán de poder y los beneficios propios de la adulación, entraron en decadencia, y hasta propició falsas creencias. "El Señor les envió profetas para que se arrepintieran, pero no hicieron caso a sus amonestaciones".
No obstante, persiste este rey en su insensatez, hasta el punto de dar muerte al profeta Zacarías por denunciar sus atrocidades. En su cerrazón, conduce a su pueblo rumbo al fracaso.
No obstante, persiste este rey en su insensatez, hasta el punto de dar muerte al profeta Zacarías por denunciar sus atrocidades. En su cerrazón, conduce a su pueblo rumbo al fracaso.
¿Qué tiene el poder mal empleado que envilece, desquicia y produce muerte? Tiene en sus entrañas egoísmo, avaricia y maldad. El exceso de poder genera prepotencia, encubra a las personas, las saca de la realidad, terminan creyéndose Dios.
El Evangelio de Mateo (6, 24-34) plantea la necesidad de afianzarnos en Dios y no en el tener.
Jesús nos dice: "Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al ´primero y no hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero". Con ello nos pide crecer en la grandeza como camino de sanación, liberación y autenticidad.
Todos tenemos multiples fuentes de seguridad. En estas destacan el tener, la imagen y el poder. Aspectos que, si se desordenan, terminan causando dolor, tristezas y muertes, porque nos introducen en una espiral de competencias, avaricia y maldad de las que no se sale con facilidad.
Jesús nos dirá que no gastemos nuestro ingenio en lo que perece. ¿Cómo vamos a gastarnos mezquinamente en nosotros mismos cuando la gente padece hambre, soledad e indefensión?
Que a nosotros nos ocupe totalmente Dios, la convivencia humana y la justicia. Lo demás nos vendrá por añadidura.
P. Gustavo Albarrán, sj.