Este escrito ha sido publicado con la finalidad de dar a conocer un poco más la historia de los Guanches, población antigua de Canarias, a quienes se les apareció la Virgen Morena, a la que cariñosamente le digo: "Mi María Candela". Además de la descripción de la talla de la Virgen y datos acerca de su aparición.
I Parte.
Iban dos pastores guanches a encerrar su ganado a las cuevas cuando notaron que el ganado se remolinaba y no quería entrar. Buscando la causa miraron hacia la embocadura del barranco y vieron sobre una peña, casi a la orilla del mar, la santa imagen la cual creyeron estar animada. Como estaba prohibido a los hombres hablar o acercarse a las mujeres en despoblado, le hicieron señas para que se retirase a fin de que pasase el ganado. Pero al querer ejecutar la acción, el brazo se le quedó yerto y sin movimiento. El otro pastor quiso herirla con su cuchillo. Pero en vez quedó herido el mismo. Asustados, huyeron los dos pastores a Chinguano, a la cueva-palacio del rey Acaymo, para referirle lo acontecido. El rey fue a ver con sus consejeros. Ella nada respondía pero nadie se atrevía a tocarla. El rey decidió que fuesen los mismos dos pastores ya heridos quienes la recogieran para llevarla al palacio. Ellos, al contacto con la imagen, quedaron sanados. El rey comprendió que aquella mujer con el niño en brazos era cosa sobrenatural. El mismo rey entonces quiso llevarla en sus brazos, pero después de un trecho, por el peso, necesitó pedir socorro. Es así que en lugar de la aparición hay hoy día una gran cruz y en el lugar donde el rey pidió socorro, un santuario a Nra. Señora del Socorro.
La llevaron a una cueva cerca del palacio del rey hoy convertida en capilla. Más tarde un joven llamado Antón, que había sido tomado como esclavo por los españoles y había logrado escapar y regresar a su isla, reconoció en la imagen milagrosa a la Virgen María. Él, habiendo sido bautizado le relató al rey y a su corte la fe cristiana que él sostenía. Así llegaron a conocer a la Virgen María como "La Madre del sustentador del cielo y tierra" y la trasladaron a la cueva de Achbinico para veneración pública.
La imagen fue robada por los españoles pero devuelta tras una peste que ellos atribuyeron al robo sacrílego. Más tarde, cuando los españoles conquistaron la isla, la devoción ya estaba allí arraigada. En 1526 se edificó el santuario por los muchos prodigios que Dios obraba por Nuestra Señora de la Candelaria.
De Las Islas Canarias la devoción se propagó a América. Hernán Cortés llevaba al cuello una medalla de esta imagen. En 1826 la imagen se perdió víctima de una inundación.
-Fue declarada Patrona Principal del Archipiélago Canario por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos el día 12 de diciembre de 1867.
-Coronada canónicamente el 13 de octubre de 1889.
-La basílica actual (1-2-1959).
II Parte. Algo más de historia. Aparición y Descripción de la Virgen de Candelaria.
Sobre 1390, la actual Candelaria era un paraje solitario y desértico que frecuentaban los pastores guanches del menceyato de Güimar. Una tarde, dos naturales que conducían su ganado, vieron como algunas cabras se negaban a pasar al llegar a la boca del barranco, se adelantó uno de ellos pensando que había gente que les quería robar y encontró, sobre una peña, la Santa Imagen.
Con esta leyenda, comienza el fervor y adoración de los isleños a la Virgen de Candelaria. Fervor que todos los quince de agosto se transforma en una monumental romería, que se conforma desde todos los puntos de la isla de Tenerife hasta llegar a la Basílica de Candelaria, donde espera a los romeros, la Patrona de Canarias.
Pero lo que muchos de estos romeros no saben es que la talla de la Virgen de Candelaria que preside el altar de la Basílica de Candelaria, no es la original, aquella que encontraran los Guanches en la playa de Chimisay (antiguo nombre de la playa del Socorro), a finales del siglo XIV o principios del XV, sino una escultura realizada por el artista Fernando Estévez de Salas, discípulo de Lujan Pérez en 1827, por encargo de los frailes dominicos que cuidaban el santuario en esa época. Y es que, un año antes, en 1826, concretamente la noche del 7 de Noviembre, un temporal de viento y lluvias que asolaban la isla hizo correr las aguas del barranco que, desbordado a su encuentro con el Santuario, derribó los muros de la capilla que albergaba la Imagen, y la precipitó, junto a los escombros, al mar. Muchos fueron los intentos por recuperar la reliquia: se vigilaron las costas, se enviaron barcos a recorrer el litoral, se registraron las playas, pero todo fue en vano. Había desaparecido, trágicamente, la original Virgen de Candelaria. La actual Imagen fue realizada por el escultor Estévez teniendo en cuenta algunos retratos de la desaparecida, pero no se trata de una copia de esta, ya que su autor, en contra de lo deseado, imprimió a su obra un sello personal y estilo neoclásico, representando a la Virgen con notables variaciones sobre el original perdido de estilo gótico. Con el paso del tiempo la obra se apolilló y tuvo que ser restaurada por el escultor orotavense Ezequiel de León que, en 1972, construyó un nuevo cuerpo completo de brazos fijos, tallado en madera de cedro, al que le adaptó la cabeza y manos del escultor Fernando Estévez, procediendo a continuación a policromar la túnica de la Virgen con las típicas inscripciones que tenia la Imagen desaparecida. Debido a las reformas la Imagen ha perdido altura y por los vestidos con que actualmente se presenta es imposible apreciar estos cambios, por lo que, muchos son los que desconocen esta labor de conservación. De otro lado la Comunidad Dominica, ha sido cauta en divulgar estas reformas por respeto a la diversidad de opiniones que se podrían suscitar con tales conocimientos.
Por lo tanto, la Imagen que actualmente se venera en la Basílica de la Candelaria no responde a la perdida en el aluvión de 1826. Sin embargo, una talla considerada facsímil de la original puede contemplarse actualmente en la Iglesia de Santa Ursula de Adeje. Esta talla, presenta una aureola de misterio sobre su origen, que a más de uno ha hecho dudar si se trata de la verdadera Virgen de Candelaria que encontraron los pastores en las playas de Chimisay y que, por algún motivo oculto, fue a parar, primero a los Marqueses de Adeje y luego a la ermita de Santa Ursula que tan celosamente la guarda en la actualidad. Para algunos la idea no es del todo descabellada, para otros, resulta un grave error histórico. Veamos cuales son los hechos que alimentan estas dudas.
Según el historiador D. José Rodríguez Moure la noche del 7 de noviembre de 1826, presentóse sobre Tenerife una de esos temporales de viento y lluvias torrenciales que en períodos más o menos largos suelen visitarla y que, por desgracia, siempre dejan hondas huellas de su marcha destructora.
Continua el historiador haciendo mención a un hecho insólito: la capilla o Iglesia provisional que aún subsiste, comunicaba con las obras del nuevo Templo por una puerta a los pies de la Capilla, que en la noche de este día, por un descuido quedó abierta. Describe a continuación la reacción de los frailes dominicos, encargados del cuidado del Santuario, ante la violencia del temporal: la comunidad de esta casa, estaba reducida a cuatro ancianos religiosos sacerdotes y dos legos no menos viejos que ellos, los que solo, dentro del Convento, viéronse sorprendidos por el terrible huracán, que habiendo revuelto las tejas de la cubierta, encontráronse precisados a dejar sus celdas y a refugiarse en la Cueva que sirvió de morada a los Marqueses de Adeje para pasar las fiestas, y que por la nueva fábrica quedaba dentro del traspatio del Convento, En este refugio que la inclemencia de la lluvia les obligó a tomar, aunque calculaban que la casa y Capilla estaría toda mojada, no se preocuparon del Sacramento y de la Santa Imagen, pues críeanlos libres de todo riesgo por la altura de las hornacinas o nichos donde los tenían reservados en la pared del fondo de la Capilla...
Y acaba el relato de esta manera: y precipitandose con furia devastadora las aguas reembalsadas, al tenderse en la embocadura llevándose doce casas de las que adornaban la plaza: pero como un gran brazo de la corriente entrara por la obra del Templo a la Capilla, (pues según se ha dicho, la puerta de comunicación había quedado abierta por descuido) pronto subió el nivel de aquella a más de dos metros de altura, cuya masa, obrando sobre la pared de fondo donde estaba colocada la Santa Imagen, la derribó, llevándose la estimada reliquia al cercano mar...
Hemos de reconocer que estos hechos, así contados y admitidos como ciertos por los historiadores, de haberse producido en la actualidad, hubieran originado que los frailes, los legos, y hasta el mismísimo Marqués de Adeje hubieran tenido que soportar como primeros sospechosos, el minucioso interrogatorio policial consecuencia de tan irregular relato.
Téngase en cuenta que, en Canarias, como indica Rodríguez Moure, no es frecuente este tipo de temporales, ni se presenta de un momento para otro. Incluso, se relata que otros textos, que desde la una de la tarde de aquel día, se apreciaron grandes gotas de lluvia y se avistaban unas inusuales nubes muy negras sobre el Teide. Por lo tanto ¿Cómo pudieron ser los frailes tan poco previsores?. Desde que empezaran las lluvias hasta que las aguas del barranco tomaran el caudal necesario para llevarse hasta doce casas de la plaza, debieron de pasar varias horas. Entonces ¿Por qué los frailes , encargados del cuidado y la seguridad de la Virgen, no se llevaron con ellos hasta su refugio la Santa Imagen, que era de madera ligera y sólo medía un metro?. Y ¿Cómo olvidaron cerrar la puerta de la Capilla que guardaba en su interior la tan preciada Imagen?.
Sería más lógico pensar que, por la violencia de la tormenta y con el fin de protegerla, llevaran la Santa Imagen hasta la cueva del Marqués de Adeje y que la puerta de la Capilla quedara abierta porque no se encontraba la Imagen en ella. Y que al día siguiente, ocultaran este hecho a los vecinos del pueblo y aprovecharan las circunstancias acaecidas para entregar la Imagen al Marqués que solo tendría que recogerla en la Cueva de su propiedad.
Pero, ¿Qué motivos podrían tener los frailes para actuar así?. Veamos cual era la situación política de aquellos años: La invasión de Napoleón y el destronamiento de Fernando VII, que dio origen a la guerra de la Independencia, también repercutió en Canarias, y aunque la guerra no se dejó sentir en las Islas de una manera directa, se vivieron las incertidumbres propias que conlleva una contienda de esta importancia. A estos acontecimientos siguieron los de la proclamación de la Constitución de 1812, la restauración de Fernando VII, y la creación del Obispado de Tenerife. Más tarde el restablecimiento de la Constitución de Cádiz en 1820, y con él, el verdadero alcance de las nuevas ideas y la mísera suerte que aguardaba a las órdenes religiosas. Los Dominicos de Candelaria hubieron de entregar los inventarios sobre las riquezas la Virgen que les fueron precisados y sufrir numerosas vejaciones. No obstante, prosiguieron con las obras del nuevo Templo, por haber sido destruido el mismo en un incendio de 1784 del que sólo se salvó la Imagen y algunas pertenencias del Santuario. A partir de 1823, acabada la restauración de Fernando VII, les fueron devueltas al clero sus posesiones y se permitío abrir nuevamente los conventos clausurados, entre ellos el de Candelaria. Esta sucesión de hechos había marcado, a buen seguro, el ánimo de los frailes. Posteriormente, en 1835, se volvió a dar órdenes desde Madrid de la extinción de los conventos y con ello la expulsión de los religiosos de Candelaria, incautándose el Estado de todos los bienes del Convento, incluídos el edificio y las alhajas. Los pocos libros que poseían fueron a parar a los más variados propietarios y muchos de ellos destruidos. Las puertas, ventanas y vidrieras del restaurado Templo de Candelaria, fueron arrancadas y llevados a casas particulares de Gúimar. La Diputación Provincial se apropió del magnifico dorsel de terciopelo de seda y oro que se utilizaba en el trono de la Virgen, y del soberbio crucifijo de marfil que tenia el altar del Santuario, que acaba siendo usado para recibir el juramento de los diputados.
Los luctuosos acontecimientos durante los años previos a 1826 y la presunción de los que se avecinaban pudieron ser suficiente motivo para que el Marqués, hombre poderoso y cercado a la política de aquella época, decidiera junto con los frailes, llevar a la Virgen hasta un lugar seguro, su casa de Adeje, la Casa Fuerte, donde estaría protegida hasta que vinieran tiempos mejores.
Esta hipótesis queda también sustentada en otro hecho insólito. El siguiente año, antes de encargarse la actual imagen, y presentándose las fiestas en honor a la Virgen, recoge en sus textos Rodríguez Moure: Apremiando el tiempo de la próxima fiesta y recordando los religiosos que en la Parroquia de Adeje había un facsímil de iguales proporciones que la perdida imagen, mandado a esculpir por los piadosos Marqueses de Adeje, pidieron al Prelado se les facilitara mientras apareciera la perdida o el Santuario se proveera de otra. Corrió el tiempo y la festividad presentóse, teniendo los religiosos que traer un retrato al óleo que de la desaparecida Imagen tenían en el oratorio privado de la finca de la Granja.
O sea, que los piadosos Marqueses, les negaron el favor de prestar la Imagen. Y aquí surge otra interesante cuestión. ¿Por qué se negaron los Marqueses a cederla si era una copia?. Una explicación razonable sería que se trataba del original, y en consecuencia no podía ser exhibido por temor a ser reconocido por los fieles. Y algo mucho más importante, ¿Por qué no aparece ninguna mención de la Imagen de Adeje hasta esta fecha, cuando se reconoce en la actualidad, que se trata del facsímil más antiguo de la Virgen de Candelaria?. Por otro lado, resulta incoherente que, el Marqués, Protector y Patrono de la Virgen de Candelaria, entorpeciese con su postura las fiestas de su protegida.
A continuación veamos la descripción que sobre la talla original hicieran Fr. Alonso de Espinosa primero, y posteriormente Fr. Juan Abreu Galindo. Nos dicen ambos autores que, la imagen es de más o menos 5 palmos de altura (aproximadamente 1 metro), contando con la peana en que apoyaba los pies. Su posición era de pie, con la cabeza recta y mirando al frente, teniendo en el brazo derecho al Niño Dios, desnudo, las piernecitas dobladas y los brazos también. Aprisionaba por las alas un dorado pajarito de moñita o peineta, y por último, la Imagen del Niño tenía la cabeza ladeada a la derecha y miraba a algo que estaba a los pies de la Madre. El brazo derecho de la Virgen, en posición inverosímil, sostenía al Niño, y en la mano izquierda, que se presentaba en posición cerrada y muy natural, tenía un trozo de vela como un jeme de color verde, que daba a entender podía aumentarse con otro, a voluntad, y por último apoyaba las plantas de los pies sobre una tabla redonda o peana, como de cuatro centímetros de alto, pintada de color encarnado, descubriéndose la parte externa del pie izquierdo que salía un poco del diámetro de la peana. La indumentaria constituía una túnica dorada, imitando el color amarillo, desde el cuello hasta los pies, haciendo el talle un cinturón cerrado, azul, como de dos centímetros de altura. El manto, también azul obscuro, salpicado de flores de color de oro, caíale desde los hombros por uno y otro lado del cuerpo, sujetándolo sobre el pecho una traba cuerda encarnada. La parte del pie que se dejaba ver por los bajos de la túnica, presentaba calzado un chaplín cerrado, de color encarnado. La cabeza de la Santa Imagen adornábala hermosa cabellera partida a la mitad, cayendo sobre los hombros en seis ramales tendidos por la espalda. El rostro muy proporcionado a la estatura, era ligeramente ovalado, adornado por rasgados ojos, boca pequeña y bien plegada y con unas hermosas rosas en las mejillas. La Imagen esta adornada en el cuello del vestido, cinturón en los extremos de las mangas y al pie de la túnica con unas letras, que aún en la actualidad, no ha podido entenderse su significado.
La coincidencia entre esta descripción que hacen ambos autores de la talla original encontrada por los guanches y la que se encuentra en la iglesia de Santa Ursula de Adeje son casi generales. No obstante, algunos historiadores y expertos en arte, encuentran diferencias entre los colores del manto de ambas, así como, en los dibujos del mismo, en el número de ramales del pelo, pero sobre todo, hacen hincapié en la diferencia de estilo. La de Adeje se fecha hacia mitad del siglo XVII, la catalogan de estilo renacentista, y a la original anterior al siglo XVI y de estilo gótico. A pesar de todo, sobre las diferencias de color que plantean, debe tenerse en consideración, la gran cantidad de errores que cometieron los cronistas en las descripciones realizadas, por ejemplo, las relativas a las letras de la túnica, de las que existen al menos, cinco versiones diferentes, ocasionadas unas veces por erratas de imprenta y otras por errores de transcripción de los escritos originales. Además, no deben descartarse las posibles restauraciones, con los consiguientes cambios de color de las pinturas que deben haberse realizado sobre la talla de Adeje. Es conocido, por ejemplo, que un Párroco de Santa Ursula, llegó a pintar completamente el altar mayor, tapando todas las inscripciones originales. Otra cuestión importante pende sobre el origen de la Virgen de Adeje.
Existen multitud de Imágenes de la Virgen de Candelaria, tanto en el Archipiélago como en Sudamérica, pero se conocen en la mayoría de ellas, los datos del autor, fecha de realización y hasta el nombre del devoto que la encargó. En el caso de la Virgen de Adeje, no solo no se conoce al autor, sino que no se precisa la fecha de su realización con exactitud, si bien es cierto, que los archivos de Canarias han sufrido continuos expolios que complican bastante toda investigación. La importancia de la reseña consiste en que muchas de las referidas imágenes son facsímiles de la de Adeje, como la de Ntra. Sra. de Candelaria de Caracas.
La duda sobre si la talla de Adeje se trata de la original ha circulado por la isla en todas las épocas.
Rodríguez Moure recoge en sus escritos unas coplas que circularon en 1827 a raíz de la desaparición de la Virgen en el mar y que hablan por si solas del sentir y mal pesar de los habitantes de la Isla. Dice así: La Virgen de Candelaria, se la llevo el temporal. Ya los frailitos perdieron la cañita de pescar.
Esta revista solicitó al obispado de Tenerife que emitiera su opinión sobre este tema. Solo conseguimos la más absoluta reserva de nuestros interlocutor telefónico y una ligera alusión a que nos dirigiéramos a la Parroquia de Adeje.
Hace algunos años, se llevó a cabo sobre una astilla de la tallla de Adeje la prueba del Carbono 14 que arrojó unos resultados que permanecen celosamente en poder del Ayuntamiento de la Villa y de los que solo se sabe que no lograron precisar su antigüedad con exactitud. Paralelamente, se le practicaron algunas radiografías que permitieron observar en el interior de la Imagen, a la altura del corazón, un objeto opaco que bien pudiera ser de metal o una piedra preciosa.
A pesar de la negativa de algunos historiadores a reconocer la posibilidad de que la Virgen adejera sea la original desaparecida en 1826, en una aseveración todos coinciden: La talla de Adeje es el mayor y mejor facsímil de la Virgen de Candelaria, realizado a la vista del original.
Esto, por si mismo, supone el reconocimiento del gran valor artístico de la talla y sobretodo, que es la que más se acerca en su aspecto a la antigua Virgen de Candelaria.
En la Villa de Adeje, muchos son los que creen que su Virgen es la misma que el 7 de Noviembre de 1826 desapareciera del Santuario, pero pocos lo manifiestan abiertamente.
En la Iglesia de Santa Ursula, la Virgen permanece muda tras los viejos barrotes que la protegen, tan solo visitada por los fieles de la Villa y algún que otro turista. Mientras, la Basílica de Candelaria recibe a diario miles de fieles que pretenden ver a su Patrona. Si la Patrona original, que veneraron los guanches, los conquistadores, y posteriormente, durante más de 400 años los tinerfeños, fuera la que permanece en un apartado rincón de la Iglesia de Adeje, se habrá cometido con Ella un ultraje imperdonable. Esperemos que no se equivoquen los expertos y estemos libres de pecado.
Obras consultadas:
NTRA. SRA. DE CANDELARIA José Rodríguez Moure.
LA VIRGEN DE CANDELARIA Y LAS ISLAS CANARIAS María Jesús Riquelme Pérez.
Texto rescatado de la revista EL SOL ATLANTICO de agosto de 2000.
Escrito por Daniel Feo.
III Parte. Aparición de la Virgen de Candelaria. Artículo publicado en Revista Semanal EL DÍA, sábado, 4 de Noviembre de 2006. Año 1390: Aparición de la imagen de la Virgen en Candelaria. ARQUÍMEDES JIMÉNEZ DEL CASTILLO
Relata don José Rodríguez Moure que un lejano atardecer dos pastores conducen un rebaño de cabras en las costas de Güímar y al torcer una curva del camino, cerca de la desembocadura del barranco de Chinguaro descubrió, uno de ellos, "una mujercita con un niño al brazo derecho y con vestidos distintos a los que usaban las mujeres de la tierra, de pie sobre una roca lo miraba con fijeza".
Así inicia el ilustre dominico lagunero el relato que compuso durante su estancia en el convento de Candelaria donde cuidó de su archivo y del que se ilustró para componer el libro "La historia de la devoción del pueblo canario a Nuestra Señora de Candelaria". Relata cómo el adivino o zahorí Guañameñe había pronosticado hacía mucho tiempo que "dentro de unos pájaros grandes de blancas alas vendrían a la Isla, por el mar, otras gentes que se habrían de enseñorear de ella". Estos augurios que formaban parte de los miedos y creencias del pueblo guanche eran del común conocimiento y había dado lugar a que los menceyes hubieran convenido que cada uno de ellos cuidara de su territorio y que los demás le prestaran la ayuda que necesitara en caso de peligro. Todo ello con independencia de las numerosas guerras entre pastores de distintos bandos por la posesión del ganado y por el uso de los pastos, fuentes y apriscos.
Así que habiendo ocurrido el fenómeno relatado más arriba, los menceyes se reunieron en Güímar con la idea de que este hecho tenía relación con la profecía del zahorí. Acudieron, invitados por Añaterve, mencey de Güímar, Bencomo, rey de Tahoro, y los de Adeje, Anaga, Tegueste, Abona y Tacoronte, y luego de examinar la imagen aceptaron el hecho como beneficioso. El mencey de Güímar, intentando crear las bases de una buena relación con Bencomo, le ofreció trasladarle la imagen a La Orotava para que estuviera allí durante medio año. Bencomo o Benitomo, que tenía en mente el proyecto de unificar bajo su mando las tierras de la Isla como en tiempos de su padre el Gran Mencey, declinó la oferta argumentando que si la imagen se había aparecido en Güímar, que allí siguiera. Por esta época Bencomo tenía una edad cercana a los treinta años.
La realidad era que existía una arcaica enemistad entre los guanches de Tahoro y los de Güímar, probablemente causada por la disputa del aprovechamiento de los pastos situados en las cumbres de la cordillera central de Tenerife, en cuyas vertientes opuestas están enclavados ambos valles de Güímar y La Orotava. Hay relatos de combates en el Valle de Igueste, en especial en Pazacola y Uchico y en los altos en las faldas del volcán Negro.
Esta mutua ojeriza se incrementó cuando las enseñanzas de dominicos y franciscanos, en su labor de proselitismo religioso, extendieron por el Valle de Güímar los rudimentos del catolicismo al tiempo que los principios de la nueva cultura que iba unida a la evangelización. Las disputas por los pastizales eran más bien cuestiones anecdóticas que aunque daban lugar a robos de ganado y a veces enfrentamientos con resultado de heridos y muertos, no determinaba una separación cultural entre tahorinos y güimareros. La rivalidad cismática se inició cuando los güimareros abrieron sus ojos vieron a la imagen cuya naturaleza les des cubrió Antón Guanche y oyeron y creyera en el nuevo mensaje de redención explicado por los misioneros que en las noches d calma desembarcan en las playas de Candelaria. El cese de las entradas violentas d los señores de Lanzarote contribuyó a que se iniciase una relación de mutua confianza entre güimareros y castellanos. Hasta tal punto fue decisiva esta circunstancia que cuando Alonso Fernández de Lugo hizo su primera entrada en Tenerife el bando de Güimar fue su aliado más leal siendo calificados por los Reyes Católicos como bando de paz.
El abandono de los cultos y costumbres arcaicas necesitó más de una generación porque el pueblo guanche desconoce 1a escritura y aún permanece en la edad d piedra al carecer la Isla de minerales. La principal y más agobiante costumbre en e1 que estaba sumido era la situación de semiesclavitud en que vivía el pueblo guanche bajo el mando de una nobleza dueña absoluta de rebaños y demás elementos complementarios a esta actividad. En Güímar fue donde primero nació el deseo de un cambio social mediante el principio de que “del rey para abajo todos iguales” Sin duda alguna se trata de una auténtica revolución netamente inspirada por los misioneros que con frecuencia hacían su entrada por las playas de Güímar.
En una de estas entradas los hombres de Hernán Peraza apresaron, entre otros, a un niño que jugaba al borde de un charco que la pleamar había creado. El infante intentaba, inútilmente, capturar los peces rete-nidos en el interior del remanso que con facilidad esquivan sus torpes manos. Cautivado lo trasladaron a Lanzarote y allí por "lo tierno de su edad y la viveza de la inteligencia del rapaz chocóle al prócer castellano, y dejándole para su servicio hízolo instruir y bautizar, apadrinándole él mismo y poniéndole por nombre Antón". En Teguise recibió una educación como los demás jóvenes de la época. Aprendió a leer y escribir en castellano de manos de los dominicos así como los fundamentos de la fe católica.
Antón Guanche, años más tarde, integrado en una expedición, hizo su entrada por las costas de Güímar con objeto de hacer pillaje en la zona, ya sea robando ganado o cautivando personas que el señor de Lanzarote enviaba a Sevilla para su venta como esclavos. Pero Antón aún conserva recuerdos de su infancia identificando su propia patria y aprovechando la ocasión que se le presenta decide regresar a su antiguo hogar. Perma¬neció escondido hasta que el velero se retira de la Isla con sus arboladuras hinchadas por la brisa del atardecer. Allí se queda en la soledad del Valle de Güímar vestido con ropas extrañas aunque ha practicado su idioma con otros cautivos y ello le servirá para ser reconocido.
Y dice Rodríguez Moure que Antón fue reconocido y con mucho entusiasmo recibido y junto al rey Dadarmo acudió a visitar la cueva donde tenían depositada a "La celestial imagen de María". Inmediatamente que tuvo ante sí la estatua la identificó con la Virgen y este hecho hizo correr la noticia por toda la Isla y una inmensa muchedumbre guanche se congregó en Candelaria proveniente de los más diversos rincones de Tenerife. Era costumbre traer algún presente en la visita a otros parientes o amigos y en este caso se reunió un enorme rebaño que los guanches regalaron a Guayaserax en testimonio de su devoción.
Este rebaño fue encerrado en el Valle de Igueste de Candelaria, donde lo cuidaban los pastores guanches que vivían en una cueva situada en Ajeja, bajo un saltadero del barranco de San Martín que desciende desde la zona de Uchico. Existía otra cueva llamada Añaco, cerca de la costa y al borde del camino antiguo de Candelaria desde donde los guanches cuidaban del ganado en las épocas de fuertes inviernos. Antón Guanche convenció al mencey de Güímar de que la imagen no debería de radicar en la casa del propio mencey sino tener su propia casa, eligiendo para ello la espelunca de Achbinico, a la orilla del mar donde aún se guarda culto a San Blas mártir, patrono de la Villa de Candelaria. La leyenda crece en torno a la imagen de la Virgen que en sus diversas variaciones traza profundos surcos en la conciencia religiosa del nuevo pueblo canario que se produce con el cruce entre ambas culturas.
Antón era un extranjero en su propia tierra toda vez que sus conocimientos, adquiridos en Teguise, eran superior al nivel cultural de casi todos los castellanos seglares de su época, y por ello se le llamó el embajador de don Diego de Herrera. Fue su hombre de confianza y junto a él actuó como trajumán traduciendo la entrevista entre aquél y el grupo de menceyes en la única entrada que hizo el potentado en Tenerife. Tuvo lugar el encuentro en la playa de Añazo, donde se levantó acta de la sumisión de la Isla al rey de Castilla. Después de firmada la certificación, los guanches, sin haber entendido nada de lo allí tratado, recibieron copiosos regalos de coloreadas baratijas, lo cual les llenó de satisfacción, así que invitaron a don Diego que ascendiera hasta La Laguna. A lo largo del camino el nuevo "dueño de Tenerife" fue cortando algunos ramos de vegetales, mudando piedras de lugar, apisonando la tierra con el esfuerzo de sus pisadas e interpretando una ceremonia, desconocida por los guanches, y a los que causó sorprendente hilaridad. Don Diego trata de dar cumplimiento al derecho civil castellano donde este protocolo se traduce por actos formales de adquisición de la propiedad, con lo que se legitima el dominio del fundo y se entra en su posesión. De estos extremos se levantó acuerdo protocolizado por el escribano Fernando Párraga, fechado e121 de junio de 1464. Existe copia en el Archivo Histórico de Santa Cruz de Tenerife.
Esperemos que algún buen día un ilustre pintor isleño interprete con su pincel el acto de "posesión" de la Isla de Tenerife por parte de don Diego de Herrera bajo la mirada sar¬cástica, y aún divertida, de los guanches allí congregados.
Texto original de: Acontecer Pastoral de una Parroquia.
Bibliografía consultada:
Documentos en línea disponibles en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Abor%C3%ADgenes_canarios
http://es.wikipedia.org/wiki/Canarias
http://es.wikipedia.org/wiki/Virgen_de_Candelaria
http://mgar.net/docs/wendt.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Bereber_(etnia)
http://www.corazones.org/maria/candelaria.htm
I Parte.
Iban dos pastores guanches a encerrar su ganado a las cuevas cuando notaron que el ganado se remolinaba y no quería entrar. Buscando la causa miraron hacia la embocadura del barranco y vieron sobre una peña, casi a la orilla del mar, la santa imagen la cual creyeron estar animada. Como estaba prohibido a los hombres hablar o acercarse a las mujeres en despoblado, le hicieron señas para que se retirase a fin de que pasase el ganado. Pero al querer ejecutar la acción, el brazo se le quedó yerto y sin movimiento. El otro pastor quiso herirla con su cuchillo. Pero en vez quedó herido el mismo. Asustados, huyeron los dos pastores a Chinguano, a la cueva-palacio del rey Acaymo, para referirle lo acontecido. El rey fue a ver con sus consejeros. Ella nada respondía pero nadie se atrevía a tocarla. El rey decidió que fuesen los mismos dos pastores ya heridos quienes la recogieran para llevarla al palacio. Ellos, al contacto con la imagen, quedaron sanados. El rey comprendió que aquella mujer con el niño en brazos era cosa sobrenatural. El mismo rey entonces quiso llevarla en sus brazos, pero después de un trecho, por el peso, necesitó pedir socorro. Es así que en lugar de la aparición hay hoy día una gran cruz y en el lugar donde el rey pidió socorro, un santuario a Nra. Señora del Socorro.
La llevaron a una cueva cerca del palacio del rey hoy convertida en capilla. Más tarde un joven llamado Antón, que había sido tomado como esclavo por los españoles y había logrado escapar y regresar a su isla, reconoció en la imagen milagrosa a la Virgen María. Él, habiendo sido bautizado le relató al rey y a su corte la fe cristiana que él sostenía. Así llegaron a conocer a la Virgen María como "La Madre del sustentador del cielo y tierra" y la trasladaron a la cueva de Achbinico para veneración pública.
La imagen fue robada por los españoles pero devuelta tras una peste que ellos atribuyeron al robo sacrílego. Más tarde, cuando los españoles conquistaron la isla, la devoción ya estaba allí arraigada. En 1526 se edificó el santuario por los muchos prodigios que Dios obraba por Nuestra Señora de la Candelaria.
De Las Islas Canarias la devoción se propagó a América. Hernán Cortés llevaba al cuello una medalla de esta imagen. En 1826 la imagen se perdió víctima de una inundación.
-Fue declarada Patrona Principal del Archipiélago Canario por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos el día 12 de diciembre de 1867.
-Coronada canónicamente el 13 de octubre de 1889.
-La basílica actual (1-2-1959).
II Parte. Algo más de historia. Aparición y Descripción de la Virgen de Candelaria.
Sobre 1390, la actual Candelaria era un paraje solitario y desértico que frecuentaban los pastores guanches del menceyato de Güimar. Una tarde, dos naturales que conducían su ganado, vieron como algunas cabras se negaban a pasar al llegar a la boca del barranco, se adelantó uno de ellos pensando que había gente que les quería robar y encontró, sobre una peña, la Santa Imagen.
Con esta leyenda, comienza el fervor y adoración de los isleños a la Virgen de Candelaria. Fervor que todos los quince de agosto se transforma en una monumental romería, que se conforma desde todos los puntos de la isla de Tenerife hasta llegar a la Basílica de Candelaria, donde espera a los romeros, la Patrona de Canarias.
Pero lo que muchos de estos romeros no saben es que la talla de la Virgen de Candelaria que preside el altar de la Basílica de Candelaria, no es la original, aquella que encontraran los Guanches en la playa de Chimisay (antiguo nombre de la playa del Socorro), a finales del siglo XIV o principios del XV, sino una escultura realizada por el artista Fernando Estévez de Salas, discípulo de Lujan Pérez en 1827, por encargo de los frailes dominicos que cuidaban el santuario en esa época. Y es que, un año antes, en 1826, concretamente la noche del 7 de Noviembre, un temporal de viento y lluvias que asolaban la isla hizo correr las aguas del barranco que, desbordado a su encuentro con el Santuario, derribó los muros de la capilla que albergaba la Imagen, y la precipitó, junto a los escombros, al mar. Muchos fueron los intentos por recuperar la reliquia: se vigilaron las costas, se enviaron barcos a recorrer el litoral, se registraron las playas, pero todo fue en vano. Había desaparecido, trágicamente, la original Virgen de Candelaria. La actual Imagen fue realizada por el escultor Estévez teniendo en cuenta algunos retratos de la desaparecida, pero no se trata de una copia de esta, ya que su autor, en contra de lo deseado, imprimió a su obra un sello personal y estilo neoclásico, representando a la Virgen con notables variaciones sobre el original perdido de estilo gótico. Con el paso del tiempo la obra se apolilló y tuvo que ser restaurada por el escultor orotavense Ezequiel de León que, en 1972, construyó un nuevo cuerpo completo de brazos fijos, tallado en madera de cedro, al que le adaptó la cabeza y manos del escultor Fernando Estévez, procediendo a continuación a policromar la túnica de la Virgen con las típicas inscripciones que tenia la Imagen desaparecida. Debido a las reformas la Imagen ha perdido altura y por los vestidos con que actualmente se presenta es imposible apreciar estos cambios, por lo que, muchos son los que desconocen esta labor de conservación. De otro lado la Comunidad Dominica, ha sido cauta en divulgar estas reformas por respeto a la diversidad de opiniones que se podrían suscitar con tales conocimientos.
Por lo tanto, la Imagen que actualmente se venera en la Basílica de la Candelaria no responde a la perdida en el aluvión de 1826. Sin embargo, una talla considerada facsímil de la original puede contemplarse actualmente en la Iglesia de Santa Ursula de Adeje. Esta talla, presenta una aureola de misterio sobre su origen, que a más de uno ha hecho dudar si se trata de la verdadera Virgen de Candelaria que encontraron los pastores en las playas de Chimisay y que, por algún motivo oculto, fue a parar, primero a los Marqueses de Adeje y luego a la ermita de Santa Ursula que tan celosamente la guarda en la actualidad. Para algunos la idea no es del todo descabellada, para otros, resulta un grave error histórico. Veamos cuales son los hechos que alimentan estas dudas.
Según el historiador D. José Rodríguez Moure la noche del 7 de noviembre de 1826, presentóse sobre Tenerife una de esos temporales de viento y lluvias torrenciales que en períodos más o menos largos suelen visitarla y que, por desgracia, siempre dejan hondas huellas de su marcha destructora.
Continua el historiador haciendo mención a un hecho insólito: la capilla o Iglesia provisional que aún subsiste, comunicaba con las obras del nuevo Templo por una puerta a los pies de la Capilla, que en la noche de este día, por un descuido quedó abierta. Describe a continuación la reacción de los frailes dominicos, encargados del cuidado del Santuario, ante la violencia del temporal: la comunidad de esta casa, estaba reducida a cuatro ancianos religiosos sacerdotes y dos legos no menos viejos que ellos, los que solo, dentro del Convento, viéronse sorprendidos por el terrible huracán, que habiendo revuelto las tejas de la cubierta, encontráronse precisados a dejar sus celdas y a refugiarse en la Cueva que sirvió de morada a los Marqueses de Adeje para pasar las fiestas, y que por la nueva fábrica quedaba dentro del traspatio del Convento, En este refugio que la inclemencia de la lluvia les obligó a tomar, aunque calculaban que la casa y Capilla estaría toda mojada, no se preocuparon del Sacramento y de la Santa Imagen, pues críeanlos libres de todo riesgo por la altura de las hornacinas o nichos donde los tenían reservados en la pared del fondo de la Capilla...
Y acaba el relato de esta manera: y precipitandose con furia devastadora las aguas reembalsadas, al tenderse en la embocadura llevándose doce casas de las que adornaban la plaza: pero como un gran brazo de la corriente entrara por la obra del Templo a la Capilla, (pues según se ha dicho, la puerta de comunicación había quedado abierta por descuido) pronto subió el nivel de aquella a más de dos metros de altura, cuya masa, obrando sobre la pared de fondo donde estaba colocada la Santa Imagen, la derribó, llevándose la estimada reliquia al cercano mar...
Hemos de reconocer que estos hechos, así contados y admitidos como ciertos por los historiadores, de haberse producido en la actualidad, hubieran originado que los frailes, los legos, y hasta el mismísimo Marqués de Adeje hubieran tenido que soportar como primeros sospechosos, el minucioso interrogatorio policial consecuencia de tan irregular relato.
Téngase en cuenta que, en Canarias, como indica Rodríguez Moure, no es frecuente este tipo de temporales, ni se presenta de un momento para otro. Incluso, se relata que otros textos, que desde la una de la tarde de aquel día, se apreciaron grandes gotas de lluvia y se avistaban unas inusuales nubes muy negras sobre el Teide. Por lo tanto ¿Cómo pudieron ser los frailes tan poco previsores?. Desde que empezaran las lluvias hasta que las aguas del barranco tomaran el caudal necesario para llevarse hasta doce casas de la plaza, debieron de pasar varias horas. Entonces ¿Por qué los frailes , encargados del cuidado y la seguridad de la Virgen, no se llevaron con ellos hasta su refugio la Santa Imagen, que era de madera ligera y sólo medía un metro?. Y ¿Cómo olvidaron cerrar la puerta de la Capilla que guardaba en su interior la tan preciada Imagen?.
Sería más lógico pensar que, por la violencia de la tormenta y con el fin de protegerla, llevaran la Santa Imagen hasta la cueva del Marqués de Adeje y que la puerta de la Capilla quedara abierta porque no se encontraba la Imagen en ella. Y que al día siguiente, ocultaran este hecho a los vecinos del pueblo y aprovecharan las circunstancias acaecidas para entregar la Imagen al Marqués que solo tendría que recogerla en la Cueva de su propiedad.
Pero, ¿Qué motivos podrían tener los frailes para actuar así?. Veamos cual era la situación política de aquellos años: La invasión de Napoleón y el destronamiento de Fernando VII, que dio origen a la guerra de la Independencia, también repercutió en Canarias, y aunque la guerra no se dejó sentir en las Islas de una manera directa, se vivieron las incertidumbres propias que conlleva una contienda de esta importancia. A estos acontecimientos siguieron los de la proclamación de la Constitución de 1812, la restauración de Fernando VII, y la creación del Obispado de Tenerife. Más tarde el restablecimiento de la Constitución de Cádiz en 1820, y con él, el verdadero alcance de las nuevas ideas y la mísera suerte que aguardaba a las órdenes religiosas. Los Dominicos de Candelaria hubieron de entregar los inventarios sobre las riquezas la Virgen que les fueron precisados y sufrir numerosas vejaciones. No obstante, prosiguieron con las obras del nuevo Templo, por haber sido destruido el mismo en un incendio de 1784 del que sólo se salvó la Imagen y algunas pertenencias del Santuario. A partir de 1823, acabada la restauración de Fernando VII, les fueron devueltas al clero sus posesiones y se permitío abrir nuevamente los conventos clausurados, entre ellos el de Candelaria. Esta sucesión de hechos había marcado, a buen seguro, el ánimo de los frailes. Posteriormente, en 1835, se volvió a dar órdenes desde Madrid de la extinción de los conventos y con ello la expulsión de los religiosos de Candelaria, incautándose el Estado de todos los bienes del Convento, incluídos el edificio y las alhajas. Los pocos libros que poseían fueron a parar a los más variados propietarios y muchos de ellos destruidos. Las puertas, ventanas y vidrieras del restaurado Templo de Candelaria, fueron arrancadas y llevados a casas particulares de Gúimar. La Diputación Provincial se apropió del magnifico dorsel de terciopelo de seda y oro que se utilizaba en el trono de la Virgen, y del soberbio crucifijo de marfil que tenia el altar del Santuario, que acaba siendo usado para recibir el juramento de los diputados.
Los luctuosos acontecimientos durante los años previos a 1826 y la presunción de los que se avecinaban pudieron ser suficiente motivo para que el Marqués, hombre poderoso y cercado a la política de aquella época, decidiera junto con los frailes, llevar a la Virgen hasta un lugar seguro, su casa de Adeje, la Casa Fuerte, donde estaría protegida hasta que vinieran tiempos mejores.
Esta hipótesis queda también sustentada en otro hecho insólito. El siguiente año, antes de encargarse la actual imagen, y presentándose las fiestas en honor a la Virgen, recoge en sus textos Rodríguez Moure: Apremiando el tiempo de la próxima fiesta y recordando los religiosos que en la Parroquia de Adeje había un facsímil de iguales proporciones que la perdida imagen, mandado a esculpir por los piadosos Marqueses de Adeje, pidieron al Prelado se les facilitara mientras apareciera la perdida o el Santuario se proveera de otra. Corrió el tiempo y la festividad presentóse, teniendo los religiosos que traer un retrato al óleo que de la desaparecida Imagen tenían en el oratorio privado de la finca de la Granja.
O sea, que los piadosos Marqueses, les negaron el favor de prestar la Imagen. Y aquí surge otra interesante cuestión. ¿Por qué se negaron los Marqueses a cederla si era una copia?. Una explicación razonable sería que se trataba del original, y en consecuencia no podía ser exhibido por temor a ser reconocido por los fieles. Y algo mucho más importante, ¿Por qué no aparece ninguna mención de la Imagen de Adeje hasta esta fecha, cuando se reconoce en la actualidad, que se trata del facsímil más antiguo de la Virgen de Candelaria?. Por otro lado, resulta incoherente que, el Marqués, Protector y Patrono de la Virgen de Candelaria, entorpeciese con su postura las fiestas de su protegida.
A continuación veamos la descripción que sobre la talla original hicieran Fr. Alonso de Espinosa primero, y posteriormente Fr. Juan Abreu Galindo. Nos dicen ambos autores que, la imagen es de más o menos 5 palmos de altura (aproximadamente 1 metro), contando con la peana en que apoyaba los pies. Su posición era de pie, con la cabeza recta y mirando al frente, teniendo en el brazo derecho al Niño Dios, desnudo, las piernecitas dobladas y los brazos también. Aprisionaba por las alas un dorado pajarito de moñita o peineta, y por último, la Imagen del Niño tenía la cabeza ladeada a la derecha y miraba a algo que estaba a los pies de la Madre. El brazo derecho de la Virgen, en posición inverosímil, sostenía al Niño, y en la mano izquierda, que se presentaba en posición cerrada y muy natural, tenía un trozo de vela como un jeme de color verde, que daba a entender podía aumentarse con otro, a voluntad, y por último apoyaba las plantas de los pies sobre una tabla redonda o peana, como de cuatro centímetros de alto, pintada de color encarnado, descubriéndose la parte externa del pie izquierdo que salía un poco del diámetro de la peana. La indumentaria constituía una túnica dorada, imitando el color amarillo, desde el cuello hasta los pies, haciendo el talle un cinturón cerrado, azul, como de dos centímetros de altura. El manto, también azul obscuro, salpicado de flores de color de oro, caíale desde los hombros por uno y otro lado del cuerpo, sujetándolo sobre el pecho una traba cuerda encarnada. La parte del pie que se dejaba ver por los bajos de la túnica, presentaba calzado un chaplín cerrado, de color encarnado. La cabeza de la Santa Imagen adornábala hermosa cabellera partida a la mitad, cayendo sobre los hombros en seis ramales tendidos por la espalda. El rostro muy proporcionado a la estatura, era ligeramente ovalado, adornado por rasgados ojos, boca pequeña y bien plegada y con unas hermosas rosas en las mejillas. La Imagen esta adornada en el cuello del vestido, cinturón en los extremos de las mangas y al pie de la túnica con unas letras, que aún en la actualidad, no ha podido entenderse su significado.
La coincidencia entre esta descripción que hacen ambos autores de la talla original encontrada por los guanches y la que se encuentra en la iglesia de Santa Ursula de Adeje son casi generales. No obstante, algunos historiadores y expertos en arte, encuentran diferencias entre los colores del manto de ambas, así como, en los dibujos del mismo, en el número de ramales del pelo, pero sobre todo, hacen hincapié en la diferencia de estilo. La de Adeje se fecha hacia mitad del siglo XVII, la catalogan de estilo renacentista, y a la original anterior al siglo XVI y de estilo gótico. A pesar de todo, sobre las diferencias de color que plantean, debe tenerse en consideración, la gran cantidad de errores que cometieron los cronistas en las descripciones realizadas, por ejemplo, las relativas a las letras de la túnica, de las que existen al menos, cinco versiones diferentes, ocasionadas unas veces por erratas de imprenta y otras por errores de transcripción de los escritos originales. Además, no deben descartarse las posibles restauraciones, con los consiguientes cambios de color de las pinturas que deben haberse realizado sobre la talla de Adeje. Es conocido, por ejemplo, que un Párroco de Santa Ursula, llegó a pintar completamente el altar mayor, tapando todas las inscripciones originales. Otra cuestión importante pende sobre el origen de la Virgen de Adeje.
Existen multitud de Imágenes de la Virgen de Candelaria, tanto en el Archipiélago como en Sudamérica, pero se conocen en la mayoría de ellas, los datos del autor, fecha de realización y hasta el nombre del devoto que la encargó. En el caso de la Virgen de Adeje, no solo no se conoce al autor, sino que no se precisa la fecha de su realización con exactitud, si bien es cierto, que los archivos de Canarias han sufrido continuos expolios que complican bastante toda investigación. La importancia de la reseña consiste en que muchas de las referidas imágenes son facsímiles de la de Adeje, como la de Ntra. Sra. de Candelaria de Caracas.
La duda sobre si la talla de Adeje se trata de la original ha circulado por la isla en todas las épocas.
Rodríguez Moure recoge en sus escritos unas coplas que circularon en 1827 a raíz de la desaparición de la Virgen en el mar y que hablan por si solas del sentir y mal pesar de los habitantes de la Isla. Dice así: La Virgen de Candelaria, se la llevo el temporal. Ya los frailitos perdieron la cañita de pescar.
Esta revista solicitó al obispado de Tenerife que emitiera su opinión sobre este tema. Solo conseguimos la más absoluta reserva de nuestros interlocutor telefónico y una ligera alusión a que nos dirigiéramos a la Parroquia de Adeje.
Hace algunos años, se llevó a cabo sobre una astilla de la tallla de Adeje la prueba del Carbono 14 que arrojó unos resultados que permanecen celosamente en poder del Ayuntamiento de la Villa y de los que solo se sabe que no lograron precisar su antigüedad con exactitud. Paralelamente, se le practicaron algunas radiografías que permitieron observar en el interior de la Imagen, a la altura del corazón, un objeto opaco que bien pudiera ser de metal o una piedra preciosa.
A pesar de la negativa de algunos historiadores a reconocer la posibilidad de que la Virgen adejera sea la original desaparecida en 1826, en una aseveración todos coinciden: La talla de Adeje es el mayor y mejor facsímil de la Virgen de Candelaria, realizado a la vista del original.
Esto, por si mismo, supone el reconocimiento del gran valor artístico de la talla y sobretodo, que es la que más se acerca en su aspecto a la antigua Virgen de Candelaria.
En la Villa de Adeje, muchos son los que creen que su Virgen es la misma que el 7 de Noviembre de 1826 desapareciera del Santuario, pero pocos lo manifiestan abiertamente.
En la Iglesia de Santa Ursula, la Virgen permanece muda tras los viejos barrotes que la protegen, tan solo visitada por los fieles de la Villa y algún que otro turista. Mientras, la Basílica de Candelaria recibe a diario miles de fieles que pretenden ver a su Patrona. Si la Patrona original, que veneraron los guanches, los conquistadores, y posteriormente, durante más de 400 años los tinerfeños, fuera la que permanece en un apartado rincón de la Iglesia de Adeje, se habrá cometido con Ella un ultraje imperdonable. Esperemos que no se equivoquen los expertos y estemos libres de pecado.
Obras consultadas:
NTRA. SRA. DE CANDELARIA José Rodríguez Moure.
LA VIRGEN DE CANDELARIA Y LAS ISLAS CANARIAS María Jesús Riquelme Pérez.
Texto rescatado de la revista EL SOL ATLANTICO de agosto de 2000.
Escrito por Daniel Feo.
III Parte. Aparición de la Virgen de Candelaria. Artículo publicado en Revista Semanal EL DÍA, sábado, 4 de Noviembre de 2006. Año 1390: Aparición de la imagen de la Virgen en Candelaria. ARQUÍMEDES JIMÉNEZ DEL CASTILLO
Relata don José Rodríguez Moure que un lejano atardecer dos pastores conducen un rebaño de cabras en las costas de Güímar y al torcer una curva del camino, cerca de la desembocadura del barranco de Chinguaro descubrió, uno de ellos, "una mujercita con un niño al brazo derecho y con vestidos distintos a los que usaban las mujeres de la tierra, de pie sobre una roca lo miraba con fijeza".
Así inicia el ilustre dominico lagunero el relato que compuso durante su estancia en el convento de Candelaria donde cuidó de su archivo y del que se ilustró para componer el libro "La historia de la devoción del pueblo canario a Nuestra Señora de Candelaria". Relata cómo el adivino o zahorí Guañameñe había pronosticado hacía mucho tiempo que "dentro de unos pájaros grandes de blancas alas vendrían a la Isla, por el mar, otras gentes que se habrían de enseñorear de ella". Estos augurios que formaban parte de los miedos y creencias del pueblo guanche eran del común conocimiento y había dado lugar a que los menceyes hubieran convenido que cada uno de ellos cuidara de su territorio y que los demás le prestaran la ayuda que necesitara en caso de peligro. Todo ello con independencia de las numerosas guerras entre pastores de distintos bandos por la posesión del ganado y por el uso de los pastos, fuentes y apriscos.
Así que habiendo ocurrido el fenómeno relatado más arriba, los menceyes se reunieron en Güímar con la idea de que este hecho tenía relación con la profecía del zahorí. Acudieron, invitados por Añaterve, mencey de Güímar, Bencomo, rey de Tahoro, y los de Adeje, Anaga, Tegueste, Abona y Tacoronte, y luego de examinar la imagen aceptaron el hecho como beneficioso. El mencey de Güímar, intentando crear las bases de una buena relación con Bencomo, le ofreció trasladarle la imagen a La Orotava para que estuviera allí durante medio año. Bencomo o Benitomo, que tenía en mente el proyecto de unificar bajo su mando las tierras de la Isla como en tiempos de su padre el Gran Mencey, declinó la oferta argumentando que si la imagen se había aparecido en Güímar, que allí siguiera. Por esta época Bencomo tenía una edad cercana a los treinta años.
La realidad era que existía una arcaica enemistad entre los guanches de Tahoro y los de Güímar, probablemente causada por la disputa del aprovechamiento de los pastos situados en las cumbres de la cordillera central de Tenerife, en cuyas vertientes opuestas están enclavados ambos valles de Güímar y La Orotava. Hay relatos de combates en el Valle de Igueste, en especial en Pazacola y Uchico y en los altos en las faldas del volcán Negro.
Esta mutua ojeriza se incrementó cuando las enseñanzas de dominicos y franciscanos, en su labor de proselitismo religioso, extendieron por el Valle de Güímar los rudimentos del catolicismo al tiempo que los principios de la nueva cultura que iba unida a la evangelización. Las disputas por los pastizales eran más bien cuestiones anecdóticas que aunque daban lugar a robos de ganado y a veces enfrentamientos con resultado de heridos y muertos, no determinaba una separación cultural entre tahorinos y güimareros. La rivalidad cismática se inició cuando los güimareros abrieron sus ojos vieron a la imagen cuya naturaleza les des cubrió Antón Guanche y oyeron y creyera en el nuevo mensaje de redención explicado por los misioneros que en las noches d calma desembarcan en las playas de Candelaria. El cese de las entradas violentas d los señores de Lanzarote contribuyó a que se iniciase una relación de mutua confianza entre güimareros y castellanos. Hasta tal punto fue decisiva esta circunstancia que cuando Alonso Fernández de Lugo hizo su primera entrada en Tenerife el bando de Güimar fue su aliado más leal siendo calificados por los Reyes Católicos como bando de paz.
El abandono de los cultos y costumbres arcaicas necesitó más de una generación porque el pueblo guanche desconoce 1a escritura y aún permanece en la edad d piedra al carecer la Isla de minerales. La principal y más agobiante costumbre en e1 que estaba sumido era la situación de semiesclavitud en que vivía el pueblo guanche bajo el mando de una nobleza dueña absoluta de rebaños y demás elementos complementarios a esta actividad. En Güímar fue donde primero nació el deseo de un cambio social mediante el principio de que “del rey para abajo todos iguales” Sin duda alguna se trata de una auténtica revolución netamente inspirada por los misioneros que con frecuencia hacían su entrada por las playas de Güímar.
En una de estas entradas los hombres de Hernán Peraza apresaron, entre otros, a un niño que jugaba al borde de un charco que la pleamar había creado. El infante intentaba, inútilmente, capturar los peces rete-nidos en el interior del remanso que con facilidad esquivan sus torpes manos. Cautivado lo trasladaron a Lanzarote y allí por "lo tierno de su edad y la viveza de la inteligencia del rapaz chocóle al prócer castellano, y dejándole para su servicio hízolo instruir y bautizar, apadrinándole él mismo y poniéndole por nombre Antón". En Teguise recibió una educación como los demás jóvenes de la época. Aprendió a leer y escribir en castellano de manos de los dominicos así como los fundamentos de la fe católica.
Antón Guanche, años más tarde, integrado en una expedición, hizo su entrada por las costas de Güímar con objeto de hacer pillaje en la zona, ya sea robando ganado o cautivando personas que el señor de Lanzarote enviaba a Sevilla para su venta como esclavos. Pero Antón aún conserva recuerdos de su infancia identificando su propia patria y aprovechando la ocasión que se le presenta decide regresar a su antiguo hogar. Perma¬neció escondido hasta que el velero se retira de la Isla con sus arboladuras hinchadas por la brisa del atardecer. Allí se queda en la soledad del Valle de Güímar vestido con ropas extrañas aunque ha practicado su idioma con otros cautivos y ello le servirá para ser reconocido.
Y dice Rodríguez Moure que Antón fue reconocido y con mucho entusiasmo recibido y junto al rey Dadarmo acudió a visitar la cueva donde tenían depositada a "La celestial imagen de María". Inmediatamente que tuvo ante sí la estatua la identificó con la Virgen y este hecho hizo correr la noticia por toda la Isla y una inmensa muchedumbre guanche se congregó en Candelaria proveniente de los más diversos rincones de Tenerife. Era costumbre traer algún presente en la visita a otros parientes o amigos y en este caso se reunió un enorme rebaño que los guanches regalaron a Guayaserax en testimonio de su devoción.
Este rebaño fue encerrado en el Valle de Igueste de Candelaria, donde lo cuidaban los pastores guanches que vivían en una cueva situada en Ajeja, bajo un saltadero del barranco de San Martín que desciende desde la zona de Uchico. Existía otra cueva llamada Añaco, cerca de la costa y al borde del camino antiguo de Candelaria desde donde los guanches cuidaban del ganado en las épocas de fuertes inviernos. Antón Guanche convenció al mencey de Güímar de que la imagen no debería de radicar en la casa del propio mencey sino tener su propia casa, eligiendo para ello la espelunca de Achbinico, a la orilla del mar donde aún se guarda culto a San Blas mártir, patrono de la Villa de Candelaria. La leyenda crece en torno a la imagen de la Virgen que en sus diversas variaciones traza profundos surcos en la conciencia religiosa del nuevo pueblo canario que se produce con el cruce entre ambas culturas.
Antón era un extranjero en su propia tierra toda vez que sus conocimientos, adquiridos en Teguise, eran superior al nivel cultural de casi todos los castellanos seglares de su época, y por ello se le llamó el embajador de don Diego de Herrera. Fue su hombre de confianza y junto a él actuó como trajumán traduciendo la entrevista entre aquél y el grupo de menceyes en la única entrada que hizo el potentado en Tenerife. Tuvo lugar el encuentro en la playa de Añazo, donde se levantó acta de la sumisión de la Isla al rey de Castilla. Después de firmada la certificación, los guanches, sin haber entendido nada de lo allí tratado, recibieron copiosos regalos de coloreadas baratijas, lo cual les llenó de satisfacción, así que invitaron a don Diego que ascendiera hasta La Laguna. A lo largo del camino el nuevo "dueño de Tenerife" fue cortando algunos ramos de vegetales, mudando piedras de lugar, apisonando la tierra con el esfuerzo de sus pisadas e interpretando una ceremonia, desconocida por los guanches, y a los que causó sorprendente hilaridad. Don Diego trata de dar cumplimiento al derecho civil castellano donde este protocolo se traduce por actos formales de adquisición de la propiedad, con lo que se legitima el dominio del fundo y se entra en su posesión. De estos extremos se levantó acuerdo protocolizado por el escribano Fernando Párraga, fechado e121 de junio de 1464. Existe copia en el Archivo Histórico de Santa Cruz de Tenerife.
Esperemos que algún buen día un ilustre pintor isleño interprete con su pincel el acto de "posesión" de la Isla de Tenerife por parte de don Diego de Herrera bajo la mirada sar¬cástica, y aún divertida, de los guanches allí congregados.
Texto original de: Acontecer Pastoral de una Parroquia.
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Bibliografía consultada:
Documentos en línea disponibles en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Abor%C3%ADgenes_canarios
http://es.wikipedia.org/wiki/Canarias
http://es.wikipedia.org/wiki/Virgen_de_Candelaria
http://mgar.net/docs/wendt.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Bereber_(etnia)
http://www.corazones.org/maria/candelaria.htm
4 comentarios:
te cuento que vivo en Turmero, pueblo aragueño donde la patrona es la virgen de Candelaria... aqui se celebra su dia por todo lo alto y es feriado mucho antes de q anoche fuera decreto...
en este momento mi hija se prepara para asistir...
saludos violetas... y q bueno saber q sigues alli...
Hola Angélica¡
Preciosa historia y bellas las imágenes querida amiga, me alegro muchísimo que sigas con nosotros¡¡TQM..
Besitos¡¡
hola angélica!!!!!
cómo siempre con entradas tan interesantes.........en realidad no conocía lo que cuentas!!!!!!!
un abrazo y gracias por compartirlo
Hola querida amiga...
Es muy bonita la virgencita y no conocia nada de su historia, gracias por compartirla, me es muy grato venir a visitarte ya que en tu blog siempre aprendo algo, y luego se lo comento a mi gordo o a mis amigas....Te mando un gran beso!!!!
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