
con su carreta y sus bueyes,
ya anocheciendo.
Como el camino estaba muy embarrado,
a causa de las lluvias, se le atascó la carreta.
El buen hombre se armó de paciencia
y se dispuso a esperar ayuda.
Pasaron las horas y nadie llegaba.
Y tuvo que pasar la noche fuera de casa.
En ese momento se acordó que
no llevaba con él su libro de oraciones.
Entonces se le ocurrió decir: -Señor, esta
mañana he dejado en casa mi libro de
oraciones y, como mi memoria
es un desastre, no me acuerdo de ninguna.
Haré lo siguiente: recitaré cinco veces el
abecedario muy despacio y Tú, Señor, que
conoces todas las oraciones, juntas las letras
y construyes esas oraciones
que yo no puedo recordar.
Y Dios dijo a sus ángeles:
-De las oraciones que hoy han llegado hasta
mí, esta es la que más me ha agradado, porque
ha sido hecha con humildad y confianza.