Que el Señor te bendiga y te guarde. Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su gracia. Que el Señor vuelva hacia ti su rostro y te conceda la paz. (Números 6,24-26).
Un rostro que resplandece es un rostro que sonríe. En la especie humana, la única que sonríe, es el rostro femenino el que mejor expresa la sonrisa que ilumina y hace resplandecer el semblante.
Este texto de la Biblia, al tiempo que recuerda que Dios es mujer además de hombre, y madre además de padre, augura a los hombres y las mujeres, un Dios de rostro risueño, bueno, hermoso, materno.
El Dios que necesitamos.
La vida sería un peso inaguantable si no encontráramos rostros hermosos y buenos, que nos sonríen. El pensamiento de un Dios que nos mira, en todo el tiempo y lugar, con rostro ceñudo y serio, convertiría nuestra vida en una existencia triste, sería imposible.
Han sido los hombres quienes han inventado un Dios amenazador y siempre malhumorado. Luego, para librarse de él y sobrevivir, han tenido que recurrir al ateísmo.
Un Dios que nos mira con un rostro iluminado por una sonrisa femenina, infinitamente hermosa y dulce, que nos da la paz. Ama la paz y la construye solo quien se compromete cada día, al igual que Dios, en ir al encuentro de los demás con un rostro que resplandece.