"No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús".
La misma tarde que compré mi Cristo, le pregunté al anticuario dónde estaría el brazo derecho.
- ¡Oh, imposible encontrarlo! –me
contestó— Y no crea usted que no revolvimos ya todo el pajar en donde
estaba tirada la imagen mutilada. Encontramos, eso sí, la pierna
izquierda y se la pegamos pero de la mano derecha ¡Ni rastro!
El anticuario no sabía Señor por
dónde andaba tu mano derecha, pero Tú, Tú sí que lo sabes, la estás
desclavando continuamente y se te escapa siempre. No, no me extraña que
no la tengas, anda por ahí, invisible pero eficaz.
¡¿Quién no siente de vez en
cuando, el suave roce de la mano llagada de Cristo?! Esa mano invisible
que, sin llamar a la puerta, se mete en todas partes; en el hospital, en
el lecho de muerte, en la oficina, en el despacho, en la fábrica, en el
cine, en el teatro. Se cuela de puntillas como una ráfaga luminosa y
musical. No podemos dar un paso por la vida sin tropezar con la mano de
Dios. Pero tú, Cristo mío roto, sólo tienes mano izquierda.
Y me imaginé que decía, después de
sentir que mi Cristo sonreía silencioso: “Qué poco y mal me conocéis,
¿Qué sería de vosotros los hombres si yo no tuviera mano izquierda?, La
tengo, pero no para evitar que me crucifiquen, sino para conseguir que
mi padre no os condene, Yo no uso mi mano izquierda para salvarme de la
cruz, sino para salvaros del infierno, ¿Lo comprendes ahora?”
Toda la aventura trágica y divina
de nuestra vida, está en dejarnos guiar por las manos de Dios. Pero hay
en nosotros un elemento difícil, esquivo, peligroso: la libertad. Y Dios
la respeta misteriosamente, infinitamente.
Para conquistarnos dispone Dios de
dos manos, la derecha y la izquierda que representan dos técnicas y dos
tácticas. La mano derecha es clara, abierta, transparente, luminosa. La
mano izquierda busca atajos, da rodeos, es cálculo, diplomacia, no
tiene prisa, si es necesario actúa a distancia y finge la voz, pero
aunque izquierda no es maquiavélica ni traidora, porque la mueve el
amor.
Para cada alma Dios tiene dos
manos, pero las emplea de modo distinto porque todas las almas son
diferentes. Con la derecha, como a palomas blancas o a ovejas dóciles,
Dios guiaba a Juan Evangelista, a Francisco de Asís, a Juan de la Cruz, a Francisco Javier, a las dos Teresas...
Para conquistar a Pedro, a Pablo, a
Magdalena, a Agustín, a Ignacio de Loyola, Dios tuvo que emplear la
izquierda. Ante la mano derecha, se rebelan, entonces entra en juego la
izquierda, busca un disfraz y se trueca en rayo, en bala, trata de ser
freno que nos detenga, quiere alzarnos del barro en que caímos, se nos
mete en el pecho para ver si logra ablandar nuestros corazones. Sus
recursos son infinitos, hoy la disimula con modernos y actuales
disfraces, es el ser más actual...
¡Se rompe una presa que arrastra
mis fincas! Tengo un descuido inexplicable en el trabajo, y la máquina
me siega un brazo. Íbamos en coche a 100 por hora, nos salió
inesperadamente un camión, murieron en el acto mi mujer y un hijo, y
quedé solo en la vida. Jamás he tenido una enfermedad, pero me dice el
médico que tengo algo incurable...
Ante la mano izquierda de Dios, la
primera reacción es un grito de rebeldía y desesperación, olvidamos la
presa, el coche, el traidor, la muerte, porque adivinamos que ellos no
tienen en definitiva la culpa, presentimos a Dios como responsable de
ese dolor, que por ser tan terriblemente profundo, no puede venir de las
criaturas y lógicamente nos encaramos a Dios. ¡Le gritamos, le
emplazamos, le protestamos, le exigimos, le desafiamos, le condenamos!
“¡PADRE…! ¡SI FUERAS PADRE, NO ME TRATARÍAS ASÍ!” Gritamos, protestamos,
nos rebelamos y luego… nos quedamos solos.
Y vienen las primeras lágrimas
nerviosas y quemantes, y sin darnos cuenta, la primera oración. Volvemos
a protestar contra Dios, contra nuestra primera oración... Sucede el
cansancio, las lágrimas ya son más serenas, ya rezamos sin protestar,
tenemos ganas de besar algo, ¿Qué? Oh sí, eso, ya lo encontramos, un
crucifijo, y con un beso le decimos a Dios, que está bien lo que Él
disponga...
Terrible, violenta, dura,
implacable, pero bendita mano izquierda de Dios. Se formulan absurdas
expresiones: “Bendita presa que se rompió, arrasó mi fábrica, pero me
acercó a Dios, yo andaba muy lejos de Él”.
Cristo mío roto, te lo digo en
nombre mío y de todos, porque todos somos valientes para pedírtelo desde
ahora: Señor, si no basta para salvarnos la ternura de tu mano derecha,
desclava tu izquierda, disfrázala de lo que quieras: fracaso, calumnia,
ruina, accidente, muerte. Cristo, que seamos hijos de tu mano, de tu
derecha o de tu izquierda.
A la cabecera de tu cama, amigo, o
en tu mesita de noche, tienes un Cristo clavado en la cruz, ¿Por qué
esta noche, antes de acostarte, no le besas la mano izquierda? Dios
sabrá compensarte ese gesto de valor y resignación cristiana.
.:*:.Hasta la próxima Ruta, Dios mediante. Bendiciones Infinitas. Paz y Bien..:*:.