jueves, 5 de enero de 2017

Un año para cultivar valores. Enero: Optimismo.

Sondéame, Señor, descubre mi corazón, mira si mi camino se tuerce. ¡Condúceme por el camino de la eternidad! Salmo 138.


El caleidoscopio. 

Existía un hombre que, a causa de una guerra en la que habia peleado de joven, perdió la vista. Este hombre, para poder subsistir y continuar con su vida, desarrolló una gran habilidad y destreza con las manos, con lo cual pudo destacarse como un estupendo artesano; sin embargo, su trabajo no le permitía más que asegurarse el mínimo sustento.

En cierta Navidad quiso obsequiarle algo a su hijo de cinco años, quien nunca había conocido más juguetes que los trastos del taller de su padre con los que fantaseaba reinos y aventuras. Su papá tuvo entonces la idea de fabricarle, con sus propias manos, un hermoso caleidoscopio como alguno que él tuvo en su niñez. Por las noches fue recolectando piedras de diversos tipos que trituraba en decenas de partes, pedazos de espejos, vidrios, metales...

Al cabo de la cena de Noche Buena pudo, finalmente, imaginar, a partir de la voz del pequeño, la sonrisa de su hijo al recibir el precioso regalo. El niño no cabía en sí de la dicha y la emoción que aquella increíble Navidad le había traído de las manos de su padre ciego.

Durante los días y las noches siguientes, el niño fue a todo sitio llevando el preciado regalo y con él, regresó a sus clases en la escuela del pueblo. En el receso, entre clase y clase, el niño exhibió y compartió, lleno de orgullo, su juguete con sus compañeros que se mostraban fascinados con aquella maravilla.

Uno de aquellos pequeños, tal vez el mayor del grupo, finalmente se acercó al hijo del artesano y le preguntó con mucha intriga: "Oye, ¡qué maravilloso caleidoscopio te han regalado... ¿dónde te lo compraron? no he visto jamás nada igual en el pueblo..." Y el niño orgulloso de poder revelar aquella verdad emocionante desde su pequeño corazón, le contestó: "No, no me lo compraron en ningún sitio... me lo hizo mi papá". A lo que el otro pequeño replicó con cierto tono incrédulo: "¿Tu padre?... Imposible... ¡si tu padre está ciego!".

Nuestro pequeño amigo se quedó mirando a su compañero y al cabo de una pausa de segundos, sonrió como solo un portador de verdades absolutas puede hacerlo y le contestó: "Sí... mi papá está ciego... pero de los ojos... solamente de los ojos..." El amor solo se puede ver con el corazón... lo esencial es invisible a los ojos. 

Envió: Randall Salvatierra Porras.

Fuente: 
Humberto A. Agudelo C.  
Vitaminas diarias para el espíritu 2.
Paulinas. Grupo Editorial Latinoamericano

.:*:.Hasta la próxima Ruta, Dios mediante. Bendiciones Infinitas. Paz y Bien..:*:.

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