¡Oh Señor y Dios nuestro Jesucristo, amabilísimo Salvador de las almas y Rey de las naciones! Escucha nuestra humilde súplica, perdónanos nuestros pecados y danos la tranquilidad y la paz en tu santo servicio. Aleja de nuestra patria el espíritu de rencor, de discordia y rebelión; compadécete de ella, que te pertenece, pues nos has regenerado a todos con tu sangre preciosísima. Une en tu divino Corazón a todos los venezolanos, y enséñanos a vivir en la luz de tus mandamientos.
Concédenos que nuestros magistrados gobiernen siempre en tu santo Nombre y conforme a las prescripciones de tu Ley. Haz que las autoridades todas de la República sean verdaderamente cristianas y reconozcan en ti la fuente de sus derechos y de sus deberes: que protejan los intereses espirituales de las almas redimidas y den en todo tiempo entera libertad a tu Iglesia.
No permitas¡Oh Dios de las naciones! Que el amado suelo de nuestro país sea presa jamás del invasor extranjero; sino antes bien, haz que se extingan para siempre las causas de nuestras desgracias políticas, a fin de que podamos mantener incólume, con el patrimonio de nuestra fe, el tesoro inapreciable de nuestra soberanía e independencia.
Haz esto, Señor, a favor nuestro, por la intercesión de la Inmaculada Virgen María y de nuestros santos Patronos, y bendícenos para esta vida y para la eternidad. Amén.
(Escrita por Mons. Juan Bautista Castro el 27 de febrero de 1899)
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